Vivimos construyendo (y deconstruyendo) imágenes de lxs otrxs (y de nosotrxs mismos), pequeños altares y antialtares, aleatoria y permanentemente. Muchas veces, esas imágenes que van tomando forma a través de las palabras, de los actos, de los gestos, de los silencios, de las presencias, de las ausencias, etc. poco tienen que ver, según el otro, con lo que el otro cree ser ¿Y es qué, cuánto de lo que creemos conocer corresponde realmente a lo que conocemos? Somos seres sensibles (en mayor o menor grado), al fin y al cabo y nada más ni menos que eso. Estamos restringidos por ellos. Y por ello, lo que percibimos no es la realidad sino, siempre, un fantasma de realidad (y esto ya es tema viejo y se trata de buen modo, por ejemplo, en "Dark City") ¿Por qué culparnos, entonces? Claro que es probable que se ame la imagen que se tiene del otro, porque, en el fondo, esto es lo que percibimos y nada más. Ojalá, ahora, esa imagen correspondiera plenamente, con justicia rigurosa, con la imagen que tiene de sí la otra persona (que sí, es también una imagen!). Pero esto no es posible ¿Significa, esto, que no se ame realmente?¿Se tratará de un amor verdadero el lograr amar la imagen que el otro tiene de sí? Es un juego de imágenes y siempre será así. Y estas imágenes están en continua fuga, mutación, reformulación en nosotros mismos y en los demás. Por ello ¿será posible amar si la persona está siempre en cambio? Porque, que ame la que soy ahora al que eres ahora, no asegura que ame, efectivamente, al que crees ser ahora y serás mañana. No se trata, en el fondo, de deshonestidad alguna sino de limitaciones humanas. Y nos cuestionamos por eso ¡Pamplinas! ¡Tontuna! ¡Soberbia!
*Natalia Babarovic.
**Massive Attack.