martes, 3 de mayo de 2011

La camisa de fuerza posmoderna ("sea lo que sea exactamente"*)

"Parte de la explicación de la pobreza temática de nuestra literatura incluye de forma obvia nuestro siglo y nuestra situación. Los viejos modernistas, entre otros logros,  elevaron la estética al nivel de la ética -tal vez incluso de la metafísica-  y todas las Novelas Serias después de Joyce suelen ser valoradas y estudiadas principalmente por su grado de innovación formal. Tal es el legado modernista que ahora damos por sentado como algo básico: el que la literatura "seria" ha de estar distanciada de la vida real. Añadan el requerimiento de conciencia textual de uno mismo impuesto por el posmodernismo* y la teoría literaria, y probablemente sea justo decir que Dostoievski y compañía estaban libres de ciertas expectativas culturales que restringen gravemente la capacidad de nuestros novelistas para ser "serios".
Pero es igualmente justo observar, con Frank, que Dostoievski también operaba bajo sus propias restricciones culturales: un gobierno represor,  la censura del Estado y sobre todo la popularidad del pensamiento europero post-ilustrado, una gran parte del cual iba directamente en contra de creencias que él tenía en alta consideración y sobre las cuales quería escribir. Para mí, lo más sorprendente e inspirador de Dostoievski no es sólo que fuera un genio, sino que también fue valiente. Nunca dejó de preocuparse por su reputación literaria, pero tampoco dejó de promulgar cosas que  no estaban de moda y en las que él creía. Y no lo hizo dejando al margen (lo que ahora se diría "trascendiendo" o "subvirtiendo") las circunstancias culturales hostiles en las que estaba escribiendo, sino afrontándolas y luchando con ellas, de forma específica y llamándolas por su nombre".

De "El Dostoievski de Joseph Frank", DFW.
* DFW

El otro día, cuando estaba contagiada de alguno de los extravagantes virus posmodernos (enterovirus), conversábamos con Daniela (en una plaza cercana a mi casa, hasta que llegaron los carabineros pidiendo identificaciones a varios de nuestros circunstanciales contertulios) acerca de qué hace que la obra de un/a autor/a nos guste al punto de considerarla realmente importante en nuestras vidas. Si bien tocamos, sin ánimo de profundizar realmente, algunos aspectos teórico/formales entre otros, en lo que coincidimos plena y felizmente (con la alegría de quien se cree solo en ciertos asuntos y luego descubre que hay otros solos como él en estos mismos asuntos) fue en el hecho de que esta obra, este/a autor/a, debía ser valiente, atrevido, libre. Valoramos, conjuntamente, aquella libertad que brinda la hoja en blanco, esa especie de "irresponsabilidad" que muchas veces lxs escritorxs pasan por alto por preferir constreñir su obra a los límites socialmente usados. Y tal vez sucede porque la escritura no es sino una prolongación de la conciencia del autor/a (tal vez!) y si esta conciencia está socialmente comprometida con los patrones de época, difícilmente podría encontrarse en su creación algo distinto de ello, de su subordinación, de su esclavitud intelectual, estética, artística y humana. La obra del autor, finalmente, es síntoma (pero no sólo eso!), de la postura de vida de su autor/a y se nota a leguas cuando esa postura es complaciente con la época. Y son estxs autorxs, estxs cobardes en el terreno de la vida y la creación artística, lxs que finalmente te terminan fastidiando más que aquellxs que no saben construir personajes creíbles, tramas llamativas, que lo cuentan todo, etc (que por cierto también te fastidian pero, a la vez, compadeces al reconocer en ellxs una incapacidad y no una ausencia de compromiso). Por eso Dostoievski y por cierto, por eso también DFW...