Por Francis Bacon.
"¡Pierre -me dijo-, mírame!
(...)
Lo que mi madre me decía me desgarraba.
(...)
-Eres demasiado joven -dijo-, y no debería hablarte, pero debes a fin de cuentas preguntarte si tu madre es digna del respeto que le tienes. Ahora, tu padre ha muerto, y estoy harta de mentir: ¡Soy peor que él!
(...)
Más tarde, me diría esa frase de mi padre: "Déjamelo a mi". Ese fue el deseo de mi padre, al comprender que, para mí, mi madre era intachable y que debía permanecer así a toda costa. Su muerte hacía intolerable este acuerdo. Y, en el desconcierto que siguió, ella cedió a la tentación de mostrarse inmunda a mis ojos, como se complacía en mostrarse siempre que se entregaba.
-Querría-y con ella expresaba el legado que, al envenenarse, ella me dejó-, que me quisieras hasta en la muerte. Por mi parte, te quiero ya en la muerte. Pero acepto tu amor a condición de que sepas que soy repugnante y de que me quieras sabiéndolo".
En la escena, el parto distinto y necesario. La madre que, desgarrando a su hijo, re-nace a través de él.
La figura materna de Bataille no sólo busca liberarse de la manera más honesta de ese papel que circunstancialmente le ha tocado desempeñar, sino, con ello, libera también a su hijo de ese afecto pre fabricado prenatalmente que lo subyuga a ella, ese lazo que culturalmente les ha sido impuesto desde antes de conocerse incluso. Porque los roles ya restringen cualquier posibilidad de existencia de un sentimiento auténtico entre ellos. Los roles constriñen y amoldan culturalmente los afectos y los perpetuan en serie. Por eso la muerte en la escena, la revelación y el nacimiento. La muerte de estos códigos prestados y anacrónicos (porque vienen de contextos culturales anteriores), la revelación de una nueva forma de amarse fuera de los códigos y el nacimiento de una relación en libertad (es curioso que en el relato la madre se sienta repugnante al hacer uso de su libertad y que, aun así, se empeñe en hacer uso de ésta porque así esa libertad tiene el valor agregado de ir, no sólo contra la sociedad, sino, contra sí misma para vivirse). Claro que madre e hijo pueden amarse, pero en terrenos distintos a los de ese pre afecto heredado y perverso.
"Mi madre" (fragmento), Georges Bataille.