"Otra de las deleitables paradojas de Ejercicios de estilo es su carácter de "desliteratura". Por supuesto, como no podía ser de otro modo, se trata de literatura hecha y derecha, pero juega con la ficción de ser proyecto de literatura, ejercitación, borrador, literatura haciéndose ante al lector (rescatar!!!). Nos hallamos en pleno dominio de lo que Johan Huizinga llamaba, en su clásico estudio, el homo ludens. Lo cual no deja de chocar con las concepciones más tradicionales de la seriedad literaria."Preocupada únicamente -apostilla George Perez- por sus grandes mayúsculas (la Obra, el Estilo, la Inspiración, el Genio, la Creación, etc), la historia literaria parece ignorar deliberadamente la escritura como práctica, como trabajo, como juego".
Del prólogo de Antonio Fernández Ferrer a los "Ejercicios de estilo" de Queneau.
Los juegos literales atentaban contra la relación de los elementos del signo (entre nombre, objeto y concepto), no era simplemente un invertir sílabas por invertir, comenzar todas las palabras con una misma letra por comenzar, sustituir un sustantivo por el séptimo que le siguiera en el diccionario, etc. Es decir, el juego iba siempre más allá del juego mismo (como desafío, por ejemplo). Se trataba de jugar a desestabilizar los códigos literarios, en el fondo.