
"Tu madre se ha comido a mi perro".
De Braindead, Peter Jackson.
Siempre, por azar o voluntad, me he mantenido en contacto con películas y/o series que muestren el lado zombie de la existencia humana.
El concepto de zombie o "muerto viviente" (qué paradoja (cuántica?)) es, en sí, complejo de entender (sólo si nos mueve enrrollarnos con esto, ir un poco más allá o acá de esa figura carcomida arrastrándose obstinadamente, replanteando ese "ser o no ser" heredado en ese "ser y no ser" que se empeña en representar). En un principio, se trató de muertos resucitados con fines prácticos: servir como esclavos al (re) creador. Ahora ya podemos convivir tranquilamente con la noción de zombies emancipados (en ese sentido, al menos).
Lo interesante del caso es que podemos llegar a empatizar a niveles alarmantes con esta figura (algo cómica, algo indigna pero tremendamente cotidiana y pudorosamente familiar). Un zombie es un ser y no ser humano que transita entre el hambre feroz y el hambre feroz (sí, pareciésen no saciarse nunca). El leit motiv de las historias sobre zombies es el comer por comer (no necesitan de ello para vivir). A este (no)ser lo mueve cojeando a ratos, corriendo a otros, la panza*. Por qué nos es familiar? Porque forman parte de nuestro paisaje, aunque trasvestidos, están allí, recorriendo las calles, autopistas, centros comerciales, en una clandestinidad conveniente y honrosa. Tal vez, esa panza se ha ido actualizando y multiplicando para asumir otros móviles, pero de que está y nos mueve...Una panza zombie puede bien desear dinero, poder, estatus (esos símbolos son claros lugares comunes). Aunque también puede moverse religiosamente tras la promesa de la vida eterna o perseguir fama, procrear, desarrollar un cuerpo extramusculoso, la milicia, aserruchar pisos por ascensos laborales, tener sexo, ganar reconocimiento social, luchar por la paz mundial, buscar la aprobación del sexo mismo y opuesto, etc. Seguro existen zombies cuya panza se ha trasladado a la cabeza, al corazón, a la mano...
La cuestión es saber, reconociendo esta condición, qué hambre nos mueve. Porque, al parecer, el zombie de la peli no es el otro, distinto de mi (aunque insistamos en vernos en los humanos). Las historias de zombies hacen convivir lo humano y lo humano y no humano, al parecer, en planos distintos y en el mismo plano. Qué nos hace más humanos y menos zombie? Nos movemos en igualdad de condiciones (pasando por alto la cojera recurrente en los zombies) por hambre. De qué? Da igual. En particular, ninguna me parece más loable que otra ni más vergonsoza. Dentro de esa lógica todas parecen tener sentido y derecho a ser saciadas (se coma a quien se coma). En el fondo, somos tan esclavos de nuestra panza (cuál sea) como los subvalorados zombies.
El problema es dejarse morir para ir viviendo dentro de esa lógica.
*La panza como representación de la avidez (por la comida/poder) se puede ver en Ubú Rey.