El relato comienza a cojear desde el segundo capítulo en adelante pues, es entonces, que todo comienza a girar en torno al posible asesino/a de Rosie Larsen. Y, pareciése, desde ese momento, que nos encontráramos frente a una pasarela por la cual comienza a desfilar medio Seattle como sospechoso. Intentas participar sin éxito. Te quedas observando el espectáculo como un invitado de piedra. Y eso aburre. La historia es tan buena que, aún conociendo la identidad del asesino desde el primer minuto, hubiése sido interesante participar de esa reconstrucción de la vida de Rosie, que ésta se mostrase como una visión caleidoscópica repartida entre los personajes. Porque lo que seduce tras ese telón de lluvia, no es conocer la identidad del criminal, quedarse en la muerte, sino, conocer la vida de la chica a partir de ese acontecimiento azaroso del asesinato. Que la muerte de Rosie nos abriése una ventana (o varias), por medio de los personajes, hacia su vida.
A diferencia de "Rashomon", por ejemplo, esta serie te fabrica dudas a nivel industrial a través de situaciones artificiosas, de un guión incongruente, de modo grosero. Al final de cada capítulo te queda la sensación de haber seguido pistas equivocadas, no haberte equivocado en seguirlas, sino que esas pistas fueran puestas así, erráticamente, a propósito. Piensas que el guionista es una persona con un sentido de humor retorcido, que termina burlándose de ti y tu confianza puesta en el montaje de la serie. Rompe con ese pacto entre autor y receptor sin asco volviéndote en segundos la persona más suspicaz jamás nacida.
La forma, como suele ocurrir con las producciones gringas, se arranca a velocidad de rayo del contenido. Abre un abismo insalvable entre el relato y la imagen. Te da la imprensión que la serie fue filmada, registrada en imágenes bonitas, antes de tener un guión que las unificara. Nació desde la apariencia e intentó, con el relato, cortejarla sin éxito.
Al terminar la primera temporada me vi culpando a tantos personajes y exculpándolos que sentí pudor de mi misma. Luego me di cuenta que me encontraba inmersa en la dinámica de una serie que pareciése caminar en esa dirección y que la había sobreestimado dejándome cautivar por ese telón de lluvia incansable y el azul nostálgico de los ojos de Sara Linden. Dudé de mi, me culpé y me redimí en un tris.
Sin embargo, se puede hacer una lectura entretenida de "The Killing" si, al verla, te sabes reconstruyendo el asesinato de una buena historia a espaldas del guionista y sus luces de colores.