viernes, 17 de enero de 2014

La visión de dios

La mayor ficcion era el viaje.
Las pequeñas ficciones eran escribir y naufragar.
Hubo otras ficciones ni fu ni fa durante el vuelo, intermitentes y cegadoras
ficciones como faros
encadilantes
discontinuos
mostrando los dientes de ese horizonte
falso.

El horizonte pegado al parabrisas aparecio inacabado, pegado al ojo de Amelia, pegado al sueño, parcial
 atado a esas otras ficciones
que nada tienen que ver con la travesia
que vuelan aferradas al lomo del Electra
herido
sangrando boca arriba
sus ficciones
extranjeras.


Ella vuela, entonces, con la mano a ras del Pacifico.
Ella vuela, ahora,  sobre una inventada isla.
Ella vuela, siempre, con los ojos puestos en ese horizonte
felino
al Oeste.
Ella vuela, dice.
Quebrado.
Ella dice.
Perdido.


Ella inventa una bitacora exitosa.

Del viaje se desprende su apego al vacio.