Aquí, el viento se ha tomado la ciudad para jugar un rato y nos despeina todo...
Los árboles se han rendido.
Los semáforos se han rendido.
Las calles se han rendido.
Los techos se han rendido.
Los gatos se han rendido.
Camino agitando mi pañuelo blanco mientras el agua se aposa en la tina y se va poblando de ollas el suelo. Desde el techo emana un olor a agua. Se llueve la casa y no es Solaris jugando (no es Solaris?). No existe mayor poesía que las goteras, no existe mayor poesía que las goteras, escribo y no lo creo, la filtración como el mejor tropo, la filtración es la mejor vuelta de tuerca*, estudiantes, la gotera es el verso mejor logrado. Mientras, llueve.
Salir al viento agitando un poema que llueva, no que silbe, no y no, escribir que ella agita un poema sin pausa un verso, escribir que ella sale a su pequeño balcón agitando al viento, salir agitando al viento (sin pausa) agitando a la lluvia (sin pausa) agitando a los techos, escribir que el viento agita su cabello, pero, no, lo lleva corto, ella sale al balcón del segundo piso, ése de papel maché, y sólo se agitan las hojas del almendro, ella quisiese que se le agitara dentro, cree el narrador, pero ella lo piensa para que el narrador lo crea y lo escriba, para que el simulacro funcione a nivel del relato, a nivel del juego...y la reiteración no sirva de nada.
Se repite la gota.
Solaris y sus travesuras.
La película está mal hecha.
El poema está mal hecho y...
Ahora, sólo el viento sabe jugar, sentencia la tarde.