lunes, 6 de abril de 2020

Infancia

Las verdaderas revelaciones
se nos presentan en la infancia y la noche.
La niña y yo somos cómplices
de una misma existencia.
Luego, vino el exilio.

Cuando era niña miraba fijo el sol.
No temía su destello.
No me espantaba esa oscuridad
luminosa
desafiaba su brillo
mantenía la mirada.
En el destello estaba el secreto
desnudo
a voces
entre los rayos que calaban mis párpados
un grito.
Entonces, jugué a poseer la verdad de las cosas.

Por la noche me quedaba despierta escuchando a la noche.
Ella hablaba a través de los animales
se deslizaba a mi pieza
yo cerraba los ojos
apretados
para que no entrara la noche
y corría a la cama de mis padres
como si allí hubiera una zona libre de ladridos
y tiniebla.
Mis papás se reían de mí
pero no me importaba.

***


He perdido la llave-le digo a la niña
y en la noche
ella levanta su mano
hacia la estrella más brillante
que no es una estrella.
La llave nunca está en la palabra-dice-
provista de la sabiduría de un lawan
y me siento minúscula
como algo que no ha sido llamado.
He perdido mi nombre.