solos los dos en esta pausa
eterna del tiempo que nada sabe ni quiere, pero dura
como la piedra
L.M. Panero
Bajo el peso de su cuerpo se extendía una galaxia cuyos límites eran el cuello y el culo de ella,
un paisaje blanco tras explosiones de gozo contenido, cada estrella pintada con la leche a punto de estallar, con lo lácteo pulsándole en el sexo, con la esperma presionando por ser expulsada a la vía de esa espalda pegada a su lengua, bautizada con su saliva, su lengua orbitando ese culo hambriento saciado con sus dedos
colmado
abierto
mojado
las nalgas separadas desbordando sus manos
acompasadas
enganchadas a su métrica
estrujándolo complacidas hasta el grito
orfeón de gemidos
universo de lamé destilando de su miembro.