Un Domingo estando herrando
Se encontraron dos mancebos
Echando mano a sus fierros
Como queriendo pelear
Guadalupe del Carmen
El reflejo del coloso desbordaba los límites del espejo viselado de la toilette. Aquel mueble, herencia de su abuela, además de registrar cada una de las poses con las que el luchador coqueteaba desde distintos ángulos (intentando decidir cuál era la más imponente para reiterarla sobre el ring), recopilaba los incontables elogios de sus seguidores "Para El Chúcaro, el más rudo de todo el Caupolicán" "El rey del ring de San Diego" "¡¡Chúcaro, dales con todo!!". Por otro lado, y si bien no eran tantos, solía conservar en una caja algunos mensajes difamantes escritos, seguramente, por algún fanático de sus víctimas (éstos se niega a compartirlos con el lector). Volvía a ellos de vez en cuando. Aquellas veces le sucedía levantarse con la bata que llevaba bordado su nombre en plateado y pasar frente a su espejo y trono sin desear quitársela...
No era cierto que la señora de la canción mexicana, Guadalupe del Carmen, y él, ídolo del cachacascán, tuviesen una relación clandestina. Aquello, además, sería insostenible pues ella solía asistir al teatro los miércoles de cada semana y proferir halagos que recaían siempre sólo en la persona del Chúcaro. A él no le gustaba esa mujer. En muchas ocasiones, frente a la toilette, solía reafirmar esta posición diciéndole que no podría jamás estimar a una mujer que cantara sobre tanta desgracia. Prefería a las señoritas alegres y no podía haber, para el rey del ring, unas más alegres que las italianas. Era inevitable pensar en las mujeres italianas sin pensarlas en la playa, así, en bikini, maquilladas, luciendo sus peinados estoicos y sus sonrisas impecables. Las imaginaba bailando con entusiasmo y gracia, sin penas nunca. No podían existir criaturas más celestiales que ellas. Por ellas peleaba dos veces por semana. Por ellas y para poder lucir las mallas encendidas, coloridas, majestuosas que le confeccionaba su vecina. Quería conocer la playa, pero la playa italiana, esa playa que le sonreía en italiano, que le cantaba en italiano.*
* ¿Qué historia podría haber tras la persona del Chúcaro?