sábado, 21 de septiembre de 2013

?

El cisne despliega el cuello donde reposa la espada y corta 
poniendo fin a toda incertidumbre.


Él dice por qué otra vez, solloza mientras amanece su ventana, dice mierda, la próxima vez no me levanto, tengo ganas de decirte maldita, te digo maldita tantas veces como alcance antes de quebrar la palabra, tuviste que decirlo o no decirlo, pero dijiste y bien, me has roto un poquito más ¿no lo oyes? Fuma. Amanece. Llora. Te digo que no. Llorarás pasado mañana, anuncias, llorarás y mucho, me dices, y mucho, me dices que te dueles solo, que no importa si duele, que importa que duela solo, pero no quieres decir soledad. Fumas. Amanece. Recuerdas maldecirla un poco más, sólo unas veces más antes de dormir, las veces necesarias para que ella escuche, no importa si dices mal, importa decirle. Y la besas. Se oscurece bajo las sábanas y la buscas y está justo allí al alcance de tu mano, pero no la alcanzas, demasiado cerca para ver-la, no te quiero ver más, ¿entiendes?, dices que no la quieres y que la quisiste, te quise, dices, ya no. Giras. Te duele. Sollozas.  Duermes. Amanece.