Cuando él, vestía de uniforme militar sus 18 años, la vio pasar por la vereda del frente de la calle San Martín y luego cruzar con paso travieso la calle Compañía, decidió seguirla sin tener claro el por qué. En la medida que se iba acercando a ella, el curso de sus decisiones era caótico a borbotones. Primero decidió que ella sería su novia. Luego que, al cabo de un año, sería su esposa. Pensó que ninguna otra podría ser mejor su esposa que ella. Esto por lo pequeño de sus pies y su prisa por la vida ¡Qué delicia apreciar la gracia con que surcaba Santiago Centro con ligereza y despreocupación! Tendrían tres hijos. La primera sería niña y se parecería a ella, sobre todo a sus pies y a su rostro, algo deslavado, algo infantil; tendría que ir con la tranquilidad que circuló su madre por las calles del centro aquel día. Nadie diría que iba atrasada al colegio en unos 15 minutos y que, en la medida que caminaba, intentaba dar con la excusa perfecta para el inspector, que ya ni siquiera se molestaba en escucharla pues le extendía el pase sin reparar en ella ni en su voz. El caso es que nunca le gustó estudiar y por ello debió terminar la enseñanza básica en una escuela nocturna. A sus 16 años era eso y casarse con cualquiera que vistiera uniforme militar. Creía que todos los uniformes militares eran buenos, que todos la protegerían, pese a toda la historia en contra. Nadie malo podría vestir uniforme...
Al cruzar San Martín con Compañía notó que por la vereda del frente caminaba un joven uniformado. No fue de su total gusto. Nunca le atrajeron las personas que usaban anteojos. Le parecían aburridas ya sólo de verles. Pero éste era de paso ágil y decidido. Se preguntó dónde iría tan rápido. Le gustó su prisa.
Cuando él decidió cruzar la vereda y preguntarle la hora y ella, además de responder "son las siete y quince minutos", agregó que salía de la escuela a las 10 pm, comenzaba mi vida.
*Gang of four