sábado, 8 de junio de 2019

"Indigno de ser humano: la autobiografía como juicio moral"

I. Las fotografías: la sonrisa como máscara

El relato, si bien está escrito a modo de ficción autobiográfica, por ende narra desde el Yo, parte utilizando la tercera persona, como si intentara desde esta mirada, no tomar distancia de lo que comenzará a contar, sino, como si esta distancia inicial fuera auténtica, enfatizando esta especie de despersonalización del protagonista, esta tendencia real a sentirse ajeno de sí mismo, y, desde este abismo personal, la historia fuera un ejercicio para irse conectando, ni siquiera con su intimidad, sino, una primera conexión con la primera capa de su ser. A través de la descripción de sus fotografías y, luego, su vida, utiliza la escritura como último intento para conocerse/comprenderse, y, tal vez, comprender en última instancia al otro (el protagonista se siente separado desde una distinción que hace entre él y los demás).
Esta tercera voz comienza la historia describiendo tres imágenes que refieren a tres épocas distintas de la vida Yozo, el protagonista. La primera imagen nos muestra al protagonista en su infancia, acompañado de un grupo de mujeres en un jardín. Es importante observar el espacio en el cual se sitúan los personajes durante la sesión fotográfica, porque existe una relación entre éste y la etapa que vive el protagonista. Por ejemplo, en la primera fotografía, Yozo es niño y lo vemos en un jardín, un lugar idílico, además, acompañado de un grupo de gente (en las siguientes imágenes aparece siempre solo). Dazai nos acerca a esta imagen para mostrarnos algo en particular, la sonrisa del niño, que, en opinión del narrador, a simple vista pareciera un niño agradable, pero un sentido estético más agudo (para un ojo bien entrenado, capaz de distinguir el disfraz, lo falso, la máscara), devela la verdadera naturaleza siniestra de este ser, a tal punto que, este ojo revelador, lo hallaría horrible. El elemento de la sonrisa es crucial en el devenir del protagonista, que, encuentra en este gesto un instrumento de camuflaje social (como se siente distinto a los otros,  la sonrisa es una estrategia que le permite homologarse, pasar desapercibido, ser, ante los demás, uno de ellos), una barricada tras la cual esconderse y, desde ahí, intentar (sobre)vivir. Pero sabe que este artificio (la sonrisa) puede ser descubierto (por un ojo agudo) y se sabe amenazado, expuesto desde su diferencia "mientras que en la superficie mostraba siempre un rostro sonriente, por dentro mantenía  una lucha desesperada" (pág. 16). La pugna que se libraba en su interior puede observarse en el contraste entre la sonrisa del chico y sus puños apretados "nadie puede sonreír con los puños cerrados con fuerza" (pág. 8). En la segunda fotografía, el niño "agradable" (pero horripilante) se transforma ante los ojos del narrador en un joven apuesto (y no deja de mostrarse sorprendido ante este cambio del protagonista), pero con una sonrisa artificial, y este rasgo ilegítimo, es lo que revela (para el narrador) la condición inhumana de Yozo "...mostraba una sonrisa inteligente. Sin embargo, era distinta a la sonrisa de un ser humano". Sobre el espacio de esta segunda toma, el protagonista está vestido con uniforme, sentado sobre un sillón de mimbre, solo. La última fotografía "la más horrible de todas" (pág.8) mostraba a un Yozo de edad indefinida, ya sin sonrisa (desde la sonrisa "espontánea" del niño, pasamos la sonrisa "profesional" del joven para terminar un rostro cuya sonrisa fue borrada, amputada por la vida), sin ningún tipo de expresión, lo que comunicaba un vacío absoluto. El espacio, en este último fragmento, es una pieza derruida, con una pared agrietada en tres partes, coincidiendo la condición de esta habitación con la vejez o decadencia total (física, moral, parecía estar muriendo) de Yozo y el muro, con lo que se nos muestra en estos tres fragmentos de la vida del protagonista, tres imágenes que nos muestran tres grandes heridas (hitos) en su existencia, la sonrisa como imagen de esa herida abierta.
En el recorrido que hacemos a través de la mirada del narrador sobre la vida de Yozo, recorrido dividido en las tres imágenes, observamos que la descripción no tiene un sentido en sí misma, se describe para juzgar, asistimos a partir de las fotografías a un juicio que hace el protagonista sobre sí mismo, un dictamen que se moviliza desde lo estético hacia lo moral. Cada una de las descripciones, además de contener juicios de valor, termina con una sentencia recurrente en cada momento: "Jamás he visto a un niño con una expresión tan extraña" (pág. 8), "Nunca he visto a un muchacho tan bien parecido con un aspecto tan peculiar" (pág. 8), "Nunca hasta entonces había visto un rostro humano tan extraño"(pág. 9).

(Osamu Dazai, siete años de edad, segundo desde la izquierda)

II. Primer cuaderno de notas.

El primer cuaderno de notas comienza con un cambio en la persona que narra. La visión omnisciente de las primeras páginas, esta visión que mantiene una distancia prudente consigo mismo, cambia a una íntima, a un yo que emerge desde la profunda diferencia que advierte entre él y los otros. Pareciera ser que narrar desde un yo, no solamente conduce al mundo privado de la autobiografía, sino, se erige como un elemento dispuesto a contrastar recurrentemente el abismo que existe entre Yozo y los otros, y, además, muestra lo consciente que es el protagonista de su diferencia que deviene en un extrañamiento continuo de sí mismo en relación al modo de ser del resto: "La verdad es que no tengo la más remota idea de lo que es vivir como un ser humano" (pág. 13). En esta parte del relato se hace un recuento de acontecimientos que dan luces sobre esto, acompañados de reflexiones por parte del narrador. Yozo es consciente de su conducta "extraña", por lo que vive sumido en una angustia y temor de ser descubierto, por ello decide "ocultarse". El saberse "oculto" lo lleva a pensar que el resto de las personas también se ocultan, que viven engañándose unas a otras de modo natural, espontáneo, sin llegar a verse afectadas por esto "Parecen no darse ni cuenta de la superchería...No obstante a nadie parece preocuparle este intercambio de falsedades". El protagonista, ante este escenario, decide no volverse alguien respetable (porque entiende por ello alguien que ha perfeccionado el arte de fingir), sino transformarse en alguien imperceptible (para que el resto le permitiese vivir), incluso en alguien capaz de generar afecto en los otros. Para ello comienza a utilizar las "bufonadas" y ve en ello el único vínculo posible entre él y las demás personas. Se vuelve alguien complaciente, sin capacidad de discutir ni defenderse con tal de agradar (y permanecer invisible), sin poder decidir, llegando a ver este mecanismo como la fuente de sus desgracias futuras, de su vida vergonzosa. Este juego de roles lo atrapa en un personaje que, por un lado, no comprende la dimensión moral a la que aspira el ser humano considerando la farsa en la que vive para "conseguirla" (advierte esta puesta en escena en la que participamos todos, mintiéndonos y mintiéndole al resto, y, sobre todo, vigilándonos (controlándonos) y vigilando las conductas de los otros), y, por otro, decide plegarse al juego, pero consciente de la gran mentira. Aunque él preferiría que le revelaran el funcionamiento de esta "habilidad" (fingir) para liberarlo del temor que siente ante la farsa ajena y liberar su conducta atada a algo incomprensible para él.



jueves, 16 de mayo de 2019

We are the stars of the firing line
But deceit can't save you so 
We will watch them burn
Suede


Alguien vio nuestro árbol incendiando el horizonte, una antorcha, un cristal atravesado, pero estábamos dormidos bajo la raíz. Perdimos el Edén con la caída de la manzana. Fue la última advertencia, la amenaza roja. Nosotros, que jugamos con fuego, fuimos expulsados, uno del otro, para siempre. 

martes, 14 de mayo de 2019

Hace un tiempo, tu deseo mendigaba por las calles de mi mano. Hoy, se sienta en el bergere  de una capitalista domesticado por la cuota del banco. A este estado le llamas tranquilidad. La agonía es más cómoda en un sofá "francés" hecho en Chile, pienso.

¿Recuerdas la piedra? me decías, sobre esta piedra alzaremos nuestro amor.
En ese entonces, creí, bastaba una piedra para levantar una ciudad, creí, bastaba mi corazón para alimentar a tus demonios, me decías que tus demonios le temían al fuego, así que nuestra ciudad ardió hasta la piedra. A lo lejos, resplandece apagado el lomo de una quimera.

domingo, 28 de abril de 2019

Lejos de nosotros se erige una gran pira con tu corazón en el centro. Es nuestra ciudad alimentándose del último fuego. Desertan luciérnagas, se extinguen frente a nuestros ojos, cenizas. El delirio es un lugar común en este incendio. Ven, cubre mis ojos, que pueda caminar una vez más sobre tu fuego.

sábado, 27 de abril de 2019

Esta noche vino un fantasma con tu rostro. No pude hablarle y la palabra se apagó sobre mi lengua. No quiso hablarme y el silencio resonó en nuestra tierra. En nuestro delirio, pensamos que fue un dios que bostezaba sobre nuestras cabezas y nos apartamos del rayo que caía, tú, hacia un lado completamente inaccesible para mi ojo, fantasma.
...

Entre tú y yo se extiende un cuerpo cubierto de cuerpos. Aquí, yace nuestro amor. La guerra ha terminado. He quemado cada puente que conduzca a la ciudad. Me he cegado con un relámpago en mitad de la cara y huyo. Alguien, en otro mundo, apaga el cielo. Sobre mi mano cae tu nombre, fugaz, como una estrella improvisada.

...


lunes, 22 de abril de 2019


¿Quién sino mi chica fue la que prendió fuego a la ciudad?


¿Quién sino mi chica fue la que prendió fuego a la ciudad?
R. Lowell


Me posee un fuego, ardo desde esa llama desbordada que soy,  calcina su raíz, mi sombra, apagada, en su hoguera.
Que la venganza, a la luz del día, adopte una forma asesina.
He puesto una piedra en tu mano. La piedra es inefable. El sortilegio se esconde dentro de tu mano.
Afuera, alguien con tu rostro azuza a una bestia. A la medianoche, caen los antifaces. Entre un azote y otro, la bestia escupe una piedra que se ilumina.